lunes, 16 de julio de 2007

RESONANCIA A LA RESONANCIA DE EZEQUIEL

Deben ser los años…, deben ser los años… (sepultado debajo de 44 años de discursos ajenos me cuesta mucho asomar la nariz y mostrarme). Leyendo tu resonancia automáticamente la relacioné con las resonancias anteriores (exceptuando lógicamente en la que yo participé) y me doy cuenta de las similitudes (es un juicio de total subjetividad) y de que yo no puedo escribir así, no me sale, creo que perdí la frescura (y la inocencia) para dejarme fluir y entonces me digo: ¿y entonces que?
Y entonces… que…, aunque tenga que seguir haciendo el esfuerzo de sacarme de encima discursos que si bien son míos no son yo, debo “seguir participando” (je!, sigo con los discursos ajenos).
Por lo tanto ¿qué hago con todo esto que he ido cosechando en estos años?... y entonces me digo: y ¿qué tal si los ordeno de una manera mía, de una manera única, de una manera nueva en ves de renegar (¿renegar? ¡Uy…! Que palabrita ¿he?) del tiempo pasado?
En definitiva todo esto significa que mas o menos voy a seguir escribiendo como siempre pero me esfuerzo ¿he?, les aseguro que me esfuerzo. De todas maneras sigo aceptando críticas o como quieran llamarlas, siempre son útiles, siempre son bienvenidas, pocas veces fácil de aceptar.
Tomo yo también la frase de Andrea que citaste: “ya vamos conociendo el registro de cada uno” (me pareció un muy buen rescate) y entiendo: “ya vamos conociéndonos”. ¿Conocernos? Palabra también complicada, muchas acepciones, muchos significados, muchos ruidos. Me parece que conocer el discurso del otro (con minúscula insisto) no es, necesariamente, conocerlo pero si conocer alguno de los discursos que usa y ya solamente eso está bueno, y ya es saber algo de él pues aunque este constituido como una máscara (¿personalidad?) es una de sus máscaras.
Justamente estas reflexiones son frutos del viejazo, están construidas sobre muchas experiencias, desengaños, miserias, crecimiento, existencia,… y es lo que yo puedo y debo aportar. Un discurso desde una edad que no tengo, sobre una experiencia marginada, a partir de una inocencia inventada es defraudarme y negarme y seguir haciendo lo que yo creo que se espera de mi y no lo que yo NECESITO decir y como NECESITO decirlo.
Lo que voy dilucidando mientras que escribo es una tensión entre discursos. Discursos sostenidos desde distintas acumulaciones de experiencias, sí, digo “acumulaciones” desde un punto de vista puramente cuantitativo y no cualitativo porque, como no se le escapa a nadie, mas no significa mejor pero si distinto.

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